martes, noviembre 26, 2013

amabilidad


Me faltaban algunas cosas y tuve que ir al supermercado. Al llegar estaba lleno, respire hondo y me lancé a la búsqueda. Los pasillos eran una carrera de obstáculos, pero comencé a ver todo como una armónica danza en cámara lenta. Ayudado de un canasto tome lo necesario lo más rápido que pude, y para divertirme en el camino, como dice aquella vieja terapia, imagine a todos desnudos. Al tener lo que necesitaba camine hacia una de las cajas, y como era de esperar me recibieron largas colas, elegí una y comenzamos a avanzar. De pronto, sin esperar nada, en la fila de al lado estabas tú vestida divina, una blusa de tela generosa que dejaba ver los detalles de tus brazos, vientre y tus senos, junto a un pantalón a rayas verticales que ascendían como queriendo penetrar en tu cálida intimidad, al tiempo que describían las curvas de tus caderas y piernas. Tú fila avanzo más rápido que la mía y te perdí de vista. Llegue a la caja, pague y al fin me fui cargando mi bolsa y repasando en mi memoria chispazos fugaces de tu belleza.

Al estar en la calle, con sorpresa y alegría te reconocí algunos metros más adelante, y como si fueras un imán de sensualidad no pude resistir los deseos de caminar hacia ti, y comencé a seguirte. Cada paso que das es una invitación a admirarte, y tus caderas de lado a lado provocan explosiones de hormonas que quedan suspendidas en el aire, que el viento virtuosamente las trae hacia mi. Y de pronto el regalo… tu bolsa se rompe y yo que me encontraba tras de ti acudo a ayudarte. Tú te agachas, yo llego, nos saludamos y me inclino frente a ti recogiendo juntos tus alimentos. Me dices con elegancia que no me moleste, y yo te respondo que no es una molestia si no más bien un placer. De tus dos bolsas, ahora tenemos todo listo y guardado en una, mencionas lo pesada que está, te alistas para irte y yo te detengo diciéndote que estas loca y que por supuesto yo te acompaño con las bolsas hasta tu departamento.

Caminando juntos, de reojo no puedo evitar recorrer tu cuerpo una y otra vez, y cada vez que no me miras respiro lo más hondo que puedo absorbiendo hasta el último rastro del perfume de tu piel. No hablamos demasiado, yo muy tímido trato que no se note aprovechando este bello momento, y tú guapa y desenvuelta me dices lo gentil que fui y uno que otro comentario acerca de la gente y como reaccionan en estos tiempos de individualismo. Tu edificio estaba cerca, llegamos a la puerta y me preguntas ¿me acompañas hasta arriba?... y yo sin siquiera pensarlo te digo que sí. En el ascensor no hablamos, solo nos miramos y sonreímos, y nuestras respiraciones son profundas y lentas, como si con ese aire nos contáramos y compartiéramos cada uno de nuestros placeres. Nos bajamos del ascensor y caminamos lentamente por el pasillo, llegamos a la puerta, la abres y me invitas a pasar diciéndome que te acompañe… te sigo hasta la cocina, dejo tu bolsa sobre el mesón y al girar estás tú que te lanzas sobre mi pecho y comienzas a besarme intensamente, besos de mujer madura, vivida, plena… nuestros besos llegan al desenfreno acompañados de calientes caricias, me tomas de la mano llevándome hasta el salón, me empujas sobre el sillón, te sientas sobre mi, sacas rápido mi polera y con ella misma amarras mis manos por detrás del respaldo… yo río y me excito con esta inmovilidad esperando ansioso y sumiso tu dominio… te paras frente a mi y comienzas a desvestirte rápido pero con gracia y suavidad, me bajas los pantalones, con una sonrisa descubres que no uso ropa interior y te inclinas para besar mis piernas jugueteando justo junto a mi sexo, el cual crece desbocado, pero tú lo ignoras subiendo con besos hasta mi pecho, cuello, boca,… me muerdes los labios, recorres mi rostro, vuelves al cuello, y nuevamente bajas… yo ya no puedo más, mi miembro se vuelve tan grande como el deseo que tengo por ti, y tú aún no lo tocas, solo sonríes… te suplico que le des tregua, que lo mimes, que me permitas entregarte todo el placer que te mereces… pero tú no me escuchas y sigues recorriendo mi piel, con besos y uñas que marcan nuestra fusión con suavidad… repentinamente con la agilidad del fuego abrasador, te subes tomándolo y metiéndolo directo hasta el fondo de tu calor. Galopas con frenesí descubriendo tú ritmo, el ritmo de la lujuria, del deseo, del placer… el que sólo tú conoces, el goce pleno de una mujer que juguetea con sus orgasmos… y gimes, y rasguñas, me dominas y te gusta. En uno de tus ondulantes movimientos sacas mi sexo metiéndolo en tu culo, puedo sentir las más fascinantes brazas en tu interior, que me exprimen y queman, y sigues moviéndote guiada por la sabiduría de tu perversión… gritas más fuerte, al tiempo que con una de tus manos azotas tu clítoris y lo mueves rápido superando los limites de tu goce… tu humedad salta mezclándose con nuestro sudor en un elixir que nos baña… te mueves más rápido gritando como nunca, caen por tu mejilla algunas lágrimas, te detienes y me abrazas entre risas de indescriptible felicidad…
Te levantas, me sueltas, con tu mano haces que me pare, entregándome la ropa y la bolsa me llevas hasta la puerta, la abres, suavemente me empujas hacia fuera, y con un gran e inolvidable beso te despides y la cierras.

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